
Corría el año 1797 cuando Gabriel Amatller, un maestro chocolatero procedente de Molins de Rei, abrió una tiendecita en el pequeño edificio en el que también vivía y empezó a vender el chocolate que él mismo elaboraba artesanalmente en el barrio de Santa María del Mar (hoy El Born), en Barcelona. Dos generaciones mas tarde, el nieto de Gabriel, Antoni Amatller, sacaría a relucir todo el potencial de la marca mediante eslóganes publicitarios, originales diseños y un increíble packaging fruto de sus inquietudes personales.
Antoni fue también un maestro chocolatero, hijo de la burguesía catalana de la época y formado en Bélgica y Suiza. En 1872, con 21 años, se hizo cargo del negocio aportándole una gran visión comercial y entrelazándola con sus aficiones: los viajes, el coleccionismo, la fotografía, la pintura y el dibujo. Es gracias a él que la marca explotó su vena artística, haciendo de su publicidad un icono en la época que duraría hasta nuestros días.
Por aquel entonces, las posibilidades para llegar al público objetivo eran muy limitadas, por lo que las herramientas principales fueron la prensa escrita y los carteles, que no sólo hablaban de la marca, si no que también hacían una función pedagógica difundiendo auténticas obras de arte: algunos de sus carteles fueron producidos por uno de los mecenas del Art Nuveau, el artista checo Alphonse Mucha. También contribuyeron al legado de la casa Amatller ilustradores como Rafael de Penagos o el fotógrafo Josep Sala Tarragó.
Chocolate Amatller fue pionera en intentar llegar a más gente, produciendo vasos de papel, calendarios o abanicos de la marca, o incluso tarjetas con el itinerario del tranvía, al más puro estilo del “merchandising” de hoy en día.
Los diferentes anuncios reflejarían la realidad y gustos de cada época; hasta finales de los años 50, el protagonista absoluto de la publicidad era el chocolate a la taza, el cual se podía considerar un pequeño lujo y no era posible encontrar en cualquier sitio. En otros anuncios se hablaría con gran orgullo de la fábrica Amatller, de los lugares en los que se podía adquirir el famoso chocolate (colmados y ultramarinos), de los orígenes del cacao o de su gama de productos. Fruto de algunos de estos anuncios son los eslóganes que eran conocidos por todos en la época, y que todavía hoy en día se recuerdan, como “Hoy como ayer Chocolates Amatller”.
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Fuente: chocolateamatller.com